Libertad. Divino tesoro. Realmente, ¿hasta qué punto somos libres? Bien, una vez que uno se hace esa pregunta, debe ser consciente de que hay dos tipos de libertad: interior y exterior. En lo tocante a la exterior, tenemos que darnos cuenta que vivimos sometidos a leyes, que como democráticas y constitucionales que son, velan por nuestra "libertad". Por otra parte, las reglas sociales ya nos cohartan en una medida considerable, incluso la gente que nos rodea, la más cercana (si, hablo de padres, madres, hermanos, amigos de la infancia), pueden desviar nuestro libre albedrío a lo que ellos quieren. Bien, este punto me conduce ya a pensar en lo que es la libertad interior. Supongo, y digo supongo porque parto de lo que yo siento como libertad o no, que es la personalidad de cada uno quién la dirige. Una persona tiene que liberarse de ataduras interiores (sin llegar a convertirse en un ente dañino para los demás). Lo que eres, lo eres; lo que no, no lo eres; piensas, lo que piensas; sientes, lo que sientes; decides, lo que decides. Es importante, en mi opinión, evitar que la falta de libertad exterior anule nuestro fuero interno, porque una persona sin opinión propia no vale nada espiritualmente.
Para mi la libertad, como se desprende de lo anterior, es algo sagrado. Me gusta mucho la gente responsable, a la vez que se siente libre, no por ignorancia, que ese es otro caso, sino que por convicción propia. Y eso falta, autoconvicción.